Salir

Hazte un circo

Última modificación
Mar , 19/12/2017 - 01:55

Los adultos también pueden jugar

A lo largo de mi proyecto MIE he estado preguntándome (entre otras cosas…) qué es lo que necesitamos para jugar. Y es que, a pesar de que el juego es una actividad absolutamente necesaria y natural, en la medida en que nos hacemos adultos la sociedad nos enseña “desaprender” a jugar.

Sin embargo, aunque existe un freno social, he encontrado múltiples situaciones en las que los adultos juegan y las he recolectado como un listado de excusas o elementos que nos permiten entrar en el juego:

cambio de espacio– una intervención, aunque sea simbólica en el espacio, su equipamiento para crear un paraguas bajo el cual pueda ocurrir una cosa fuera de lo habitual,

elementos sueltos, manipulables, estimulantes para la vista, el tacto y el oído, conectores necesarios para interactuar con otros y con el “yo” que juega…,

disfraz, cambio de vestuario, etc– al introducir elementos que modifican la manera en la que nos vestimos y, al mismo tiempo, nos definimos nos damos licencia para el juego, así no juego “yo” (el “yo” serio, adulto, ciudadano respetable) sino el “yo” en un rol de otro, del disfrazado, del que puede jugar ( por esto las despedidas de solteras y solteros suelen estar acompañados de atuendos de todo tipo…),

los niños– los grandes pequeños maestros no solo nos enseñan cómo jugar, sino que también provocan una serie de situaciones que conviertan cualquier circunstancia en un juego en potencia.

Hacer un circo para jugar todas y todos

Con estos ingredientes y con una profesional de la diversión, el circo y el teatro, Rebeca Pena Faro, cocinamos este noviembre una actividad muy estimulante en Zaragoza Activa.

Los adultos acompañados de los niños fueron invitados, no solo a conocer el circo, sino a hacerlo. Aquí me permito un comentario sobre la convocatoria… esta vez hemos repartido los folletos en la calle, invitando a los padres, abuelos, cuidadores con los niños, explicándoles de manera directa la actividad… y hemos tenido el aforo completo, ¡incluyendo varias llamadas a la administración para ampliar el número de participantes permitidos!

Empezamos presentándonos, utilizando para ello la pelota de malabares, así nos conocimos jugando. Luego conocimos los distintos personajes que suelen aparecer en el circo, definiendo las habilidades necesarias para realizar el trabajo de cada uno, y así poniendo en valor su profesión.

Elementos y vestuario de juego

Tras esta parte de presentación, aprovechando el espectacular espacio de la Remolacha Hack Lab, empezamos a fabricar nuestros elementos de juego.

Después, realizamos una lluvia de ideas para posibles usos de una cinta delimitadora, material utilizado normalmente en las obras, que nos permitía jugar con la imaginación: aparecieron instrumentos, combas, corbatas, cintas para gimnasia artística y muchos prototipos más, pero al final utilizamos las tiras de este material para crearnos el vestuario del juego: pajaritas, collares, cinturones, lazos, faldas, sujeta narices y tapa orejas han sido algunas de las propuestas creativas de los participantes.

Una vez equipados con elementos de juego y vestimentas, construidas por nosotras mismas, cambiamos al espacio de “Plaza Activa”, el espacio central de Azucarera con más de 15 m de altura. Ahí nos estaban esperando las tiras largas de la cinta delimitadora descolgadas del punto central del techo. Los forzudos (adultos) subieron los acróbatas (niños) a sus hombros y, conjuntamente, transformamos el espacio en una enorme carpa de circo, utilizando únicamente para ello nuestras manos, estas cintas y nuestra imaginación.

Ahí empezaba la parte con más interacción intergenearcional del juego: los malabares, las acrobacias y los ejercicios de equilibrio. Juegos en grupo y en pareja, juegos que crean vínculos. ¡Esto no se cuenta, esto se vive!

Así que podéis venir a siguientes encuentros con el circo u os podéis hacer el vuestro. Los ingredientes los tienes: transformar el espacio + cambiar el vestuario + fabricar elementos de juego… ¡y voilá!